La imagen que ilustra este artículo define a la perfección los efectos negativos de la generación excesiva de expectativas en un deportista. Podemos ver en ella a un Bardet anímicamente destrozado. Sus opciones de ganar el Tour 2017 en la ratonera crono de Marsella habían sido infladas por la prensa francesa y acababa de defender a duras penas su tercer lugar en el podio ante un sorprendente Landa. Desde entonces, a pesar de sus destacados resultados en eventos de un día como el mundial o la Lieja, Bardet no ha vuelto a brillar en la clasificación general del Tour ni aparenta poder volver a hacerlo en el resto de su carrera deportiva. El de Bardet es tan sólo un ejemplo más de unas expectativas mal gestionadas que, aunque a otro nivel, son extremadamente comunes también en el campo aficionado.
Uno de los aspectos que menos me gusta de mi trabajo es la gestión de las expectativas. En muchas ocasiones es complicado decirle a un deportista que consideras que sus objetivos o ilusiones no se van a cumplir ya que muchos de ellos lo acaban interpretando como un menosprecio a sus capacidades. Vivimos en un mundo centrado en el resultado y no en el proceso y esto obviamente se ve reflejado también en el deporte aficionado. Muchos deportistas se olvidan de que la razón principal del deporte no profesional es el disfrute y se obsesionan tanto con los resultados que todo lo demás les deja de importar. Una de las diferencias más notorias que suelo observar entre los aficionados y profesionales que me escriben interesados por mis servicios es precisamente este “resultadismo”. El corredor profesional, que curiosamente tiene presión por rendir y obtener unos resultados porque de ello depende su sueldo, me suele escribir pidiendo “hacer las cosas lo mejor posible” y ver dónde le deja eso. Por el contrario, el aficionado, que supuestamente está en el deporte para pasárselo bien, me escribe pidiendo bajar de X en determinada marcha o mover Y vatios. En definitiva, la cultura del trabajo y la paciencia está más arraigada en aquel que justamente se está jugando más en la carretera. Esta obsesión por los resultados lleva a muchas actitudes erróneas, entre las que existe una que me preocupa sobremanera y que consiste en que mejorar las marcas año a año se convierta en el motivo principal para hacer deporte. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que esta visión cortoplacista tiene las patas muy cortas: el año en el que el deportista no mejora su marca personal en su marcha favorita o ve que a pesar de haber entrenado mejor sus números son peores ocurre lo inevitable: la frustración y, en muchos casos, el abandono de la práctica deportiva.
Esta tendencia se traduce en un patrón claro de deportista que me escribe pidiendo trabajar conmigo, todos con unas características muy similares y que rechazo sistemáticamente por los motivos que paso a explicar en el siguiente ejemplo imaginario:
Juan tiene 50 años, lleva 15 entrenando en serio sobre la bicicleta y ha pasado por las manos de 4 entrenadores diferentes. Suele preparar un circuito amplio de pruebas máster y corre diversas cicloturistas a lo largo del año buscando sus mejores tiempos. Juan es autónomo y tiene dos hijas, por lo que sólo dispone de 10h semanales para entrenar. No tiene acceso a un gimnasio porque está lejos de su casa y perdería casi todo el tiempo diario de entrenamiento en el desplazamiento. Aparentemente, para Juan la situación está clara: quiere seguir mejorando y los entrenadores anteriores no han hecho bien su trabajo. Por tanto, contacta con un nuevo entrenador en el que deposita sus esperanzas para alcanzar sus objetivos. La cara de sorpresa de Juan aparece cuando le transmito mis dos comentarios “estándar” para este tipo de casos, que para mí se están convirtiendo poco a poco en un clásico: Primero, que yo le pueda hacer mejorar depende de lo mal que haya hecho las cosas hasta el momento y no tanto de lo bien que las pueda hacer yo. Segundo, pretender ir mejorando año a año indefinidamente no es razonable. Si la fisiología humana funcionara así habría mucha gente con 55 años moviendo 6 w/kg. Claro, como llevan 30 años entrenando y año a año han ido mejorando… La realidad es que un deportista de resistencia alcanza su pico fisiológico entre los 25 y 35 años de edad. A partir de allí, y si durante esos años ha alcanzado su potencial máximo, lo único que se puede intentar conseguir es ralentizar la caída. Se trata de cambios muy variables entre individuos pero de lo que no cabe duda es que la diferencia entre el potencial a los 35 y a los 50 años es enorme.
La base detrás de estos dos comentarios que suelo decir a los deportistas es muy sencilla para los que nos dedicamos a esto pero entiendo que pueda ser desconocida para la mayor parte de la población. En resumidas cuentas, se trata de la relación entre la “reserva total” de un deportista (el potencial genético que tiene) y la “reserva actual” (la parte de su potencial que está aprovechando en el momento). Para explicarlo procedo con dos ejemplos sencillos:
Con sus 35 años Juan estaba en la flor de la vida. Tenía un buen potencial para la bicicleta (barra naranja=el nivel que habría alcanzado haciendo todo perfectamente) pero entrenaba sin ningún tipo de fundamento, se alimentaba mal, no suplementaba y no había tocado nunca un gimnasio. En resumidas cuentas, había llegado a alcanzar una pequeña parte de su potencial (barra azul). 15 años más tarde, el potencial de Juan se había reducido a casi la mitad. No obstante, con el apoyo de un profesional comenzó a entrenar con cabeza, se preocupó de su alimentación y suplementación y realizó un programa de fuerza en el gimnasio. Gracias a una muy eficiente optimización de su potencial de aquel momento (como indica la parte azul de la barra), Juan alcanzó un nivel superior al que había tenido con 35 años. Ahora vayamos con el caso número 2:
En este caso Juan hizo más o menos sus deberes cuando tenía 35 años. Aún sin haber hecho las cosas perfectamente se puede observar claramente que por mucho que se optimice su nivel con 50 años gracias al trabajo de un profesional su potencial ha caído tanto que no va a volver a alcanzar el nivel que tenía con 35 años. Por desgracia para el deportista, este es el caso que más se repite. Si alguien lleva 15 años “dándose caña” es muy difícil que mediante una mejor planificación del entrenamiento se consiga alcanzar un nivel superior con 50 años al que se tenía con 35. Esto, que para mí es una cosa evidente, no parece ser un concepto muy difundido entre el colectivo de deportistas. ¿Quién es responsable? Tanto los propios deportistas como los entrenadores que dicen sí a todo. Si lo único que te interesa del deportista es el dinero que te ingresa a final de mes es lógico que le vendas la moto diciéndole que contigo va a volar. Luego, obviamente ocurre lo que ocurre: deportistas pasando de entrenador en entrenador durante un lustro en búsqueda de ese “salto de calidad” que todos les prometen y que nunca ven materializarse.
En este momento muchos lectores se preguntarán qué hago yo en estos casos. La respuesta es muy sencilla: aplicar el balance de probabilidades, que no deja de ser un método estadístico extremadamente básico. ¿Qué posibilidades hay de que yo pueda proporcionarle una mejora notoria a este deportista? Para eso recopilo un buen puñado de datos y los estudio: ¿quiénes han sido los entrenadores previos de esta persona? ¿es gente con un bagaje y renombre o algún pseudoentrenador sin formación alguna? ¿qué come? ¿qué suplementos utiliza? ¿qué entrenamientos ha aplicado tanto en el gimnasio como encima de la bicicleta? ¿qué objetivos tiene? ¿tiene rendimientos previos que indiquen que sus objetivos son realistas? ¿qué datos me aporta su prueba de esfuerzo? ¿y su curva de potencia? Como pueden observar se trata de un proceso engorroso pero que me permite hacer una criba para quedarme con 1) deportistas a los que de verdad pueda ayudar y 2) deportistas a los que pueda acompañar en su vida deportiva viéndoles crecer y cumplir sus sueños. Tal como ya he mencionado en numerosas ocasiones, mi filosofía de trabajo consiste en preferir ser un referente como profesional honesto aunque sea a costa de perder a potenciales clientes. Desde luego siempre lo preferiré antes que prometer algo que no voy a poder cumplir, cobrar mi trabajo y que después mi duramente ganada reputación se vea afectada por una expectativa no satisfecha. Precisamente por esto entreno a muy pocos deportistas y la mayoría de ellos permanece conmigo durante su vida deportiva. Volviendo tras todo esto al caso que nos ocupa, evidentemente rechazaría trabajar con Juan. Sin la posibilidad de ejecutar un programa de fuerza en condiciones, con un volumen de entrenamiento tremendamente escaso con el que pretende mejorar en dos pruebas fisiológicamente tan antagónicas como un evento intermitente de 2h de duración y una marcha a intensidad infraumbral de 7h, tras haber entrenado con 4 profesionales distintos y sobre todo 15 años después de haber alcanzado su máximo potencial, sería poco profesional que yo manifestara que sus objetivos de seguir mejorando sus prestaciones a estas alturas se pueden cumplir. Por mucho que consiga optimizar la dieta y suplementación del deportista, sería realmente prepotente por mi parte pensar que tras haber perdido un 10 a 15% de su reserva total le puedo poner más fuerte de lo que estaba hace 15 años con otro profesional. Sintiéndolo mucho (y esto es la peor parte de mi trabajo) acabo siendo yo el que aporta una dosis de realismo a las ambiciones del deportista y le da un motivo para reflexionar sobre su planteamiento y salir del círculo vicioso en el que se encuentra metido. Si con ello consigo que el deportista altere sus prioridades en pos de un mayor disfrute del proceso y una menor dependencia de los resultados, habré cumplido mi cometido.
¿Qué recomendación doy a los deportistas? Que se paren a reflexionar dónde están, a dónde quieren llegar y qué medios tienen para conseguirlo. Tal como digo en el artículo, por mucho que nos lo vendan, querer no significa poder y no pasa nada porque esto sea así. Mientras tanto, yo me seguiré alegrando cuando un deportista aficionado me escriba pidiendo que trabaje con él para “hacer las cosas bien” o “disfrutar de la bici” en vez de “bajar de 6h15′ en la QH”. Desde luego su vida deportiva será mucho más longeva y entretenida
Sebastian Sitko
Máster en alto rendimiento por el Comité Olímpico Francés, Graduado en Ciencias del Deporte, Entrenador Nacional de Ciclismo, Triatlón y Atletismo y entrenador oficial del Colegio Americano de Medicina del Deporte.
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Comentarios: 1
Pues Bardet vuelve a estar a tope en este Tour…