La teoría de la casita: enésima simplificación pseudocientífica de un proceso complejo

A todos los que nos interesamos por el mundo del entrenamiento nos encantaría disponer de un método bueno, bonito y barato para proceder con la mejora del rendimiento. Los deportistas que se autoentrenan siempre buscan herramientas que les permitan seguir mejorando sin complicarse demasiado la vida y sin tener que recurrir a los servicios de un profesional. En un afán por contentar a esta población, algunos entrenadores proponen métodos-resumen que permiten simplificar y globalizar un proceso que es, por naturaleza propia, extremadamente complejo e individual. Uno de los métodos reduccionistas más populares es sin duda alguna la teoría de la casita, esquema que he podido ver promocionado en dos libros de entrenamiento y en diversos posts de redes sociales de entrenadores.

Teoría de la casita explicada en unos pocos caracteres: levanta tu VT1 hasta un porcentaje fijo del VO2max, haz lo propio con el VT2 y finalmente eleva tu VO2max. Vuelve a repetir. 

La teoría básicamente predica que un piso de la casa limita al inferior, por lo que debemos trabajar los sucesivos umbrales hasta que sea el propio techo de la casa (el VO2 max) el que impida que éstos sigan subiendo. En un tercer paso, elevar el techo va a permitir el subsiguiente aumento de los dos pisos inferiores.

Explicación gráfica de la teoría de la casita

Esta teoría, de ser cierta, sería una auténtica panacea: todos sabemos en mayor o menor medida cómo trabajar en los distintos dominios de intensidad, así que sólo quedaría cuantificar con una buena exactitud el VO2max y los distintos umbrales y tendríamos la llave para buscar el límite de nuestro potencial. ¿Verdad?

Lamentablemente, y como ocurre con tantos otros aspectos de una disciplina extremadamente compleja como es el entrenamiento, este modelo reduccionista cojea por todas partes. A pesar de que son muchos los puntos que se podrían comentar a modo de limitaciones, me voy a conformar con enumerar los más evidentes e importantes:

1- Tenemos indicios para pensar que el modelo es poco adecuado:

-No tenemos ciencia que demuestre qué orden de trabajo es más efectivo: En otras palabras, ¿por qué debo trabajar primero el VT1 y después pasar con el VO2max y no viceversa? Yo mismo he obtenido, en algunos deportistas, resultados mejores en pretemporada con una periodización inversa frente a este modelo.

-Los números escogidos para la toma de decisiones son arbitrarios y pseudocientíficos: no sé realmente de dónde ha salido el 75 y el 85% pero son números sospechosamente redondos por lo que me atrevería a decir que han sido sacados de la chistera. No conozco ningún estudio científico que valide dichos números. De hecho, tenemos evidencia científica y práctica que demuestra que el segundo umbral se puede llevar a intensidades mucho más cercanas al VO2max que ese 85% (como el % del VO2max al que se corrió la maratón más rápida de la historia, esfuerzo que, recordemos, es de 2 horas de duración).

2- Aunque fuera adecuado, el modelo presenta serios problemas metodológicos que limitan su utilización:

-Para encontrar el 75 y el 85% primero tengo que encontrar el VT1, VT2 y VO2max. ¿Cómo los hallo? ¿Con una prueba de esfuerzo incremental con gases? Como ya expliqué en un artículo anterior, en un protocolo en rampa vamos a obtener una sobreestimación de los umbrales y muy probablemente una infraestimación del VO2 pico.

-¿Cómo obtengo el VT1 de manera indirecta? Si no quiero/puedo recurrir a los gases, tendré que encontrar la potencia del VT1 de manera indirecta. Me gustaría conocer esa metodología para determinar un umbral que realmente no existe, tema que dejamos para otro artículo.

-¿Por qué VT2 y no FTP o máximo estado estable de lactato? El VT2 se localiza a potencias superiores al FTP y máximo estado estable de lactato, con un tiempo al agotamiento muy corto. ¿De verdad nos interesa ese punto de inflexión como demarcación del rendimiento?

En resumen, la buena, bonita y barata teoría de la casita me invita a 1) Trabajar en un orden arbitrario y sin evidencia científica; 2) basarme en umbrales arbitrarios y pseudocientíficos para seguir dicho orden y 3) conseguir hallar correctamente dichos umbrales aleatorios y pseudocientíficos.

Saquen ustedes mismos sus conclusiones.

Sebastian Sitko

Profesor Facultad de las Ciencias del Deporte de la Universidad de Zaragoza, Doctor en Ciencias del Deporte, Máster en alto rendimiento por el Comité Olímpico Francés, Entrenador Nacional de Ciclismo, Triatlón y Atletismo y entrenador oficial del Colegio Americano de Medicina del Deporte.