“¿Podría recetarme Testosterona mi médico de cabecera para ir un poco más fuerte en la bici?”; “¿No hay ningún problema porque mi mujer duerma conmigo en una cámara hipobárica, verdad?”; “Voy a empezar a pesar todo lo que como a ver si así gano a los de la grupeta”; “He pedido a mi madre que pase la tarde con la cría porque si no no podré entrenar”.
En una época en la que ya no podemos medirnos los egos peleando en un coliseo o con un duelo de sables, el deporte ha canalizado las frustraciones vitales de no pocos causando familias rotas, trabajos abandonados y una realidad paralela en individuos a los que se les presupone, erróneamente, una edad y una madurez. Lo vivo en mi día a día como profesional del entrenamiento en el deporte de resistencia.
El último episodio de Sitkotalks (de la temporada y, quizás, de toda la vida del podcast) muestra mi cara más irreverente, honesta y a su vez humana para canalizar una denuncia del delirio presente en nuestro campo, que nos está llevando muy lejos de la sociedad en la que me gustaría habitar.