El mundo del ciclismo se ha vuelto sacudido esta semana por la enésima tragedia acontecida en competición: Gino Mäder fallecía a consecuencia de las lesiones sufridas tras una caída a altísima velocidad mientras descendía el Albula Pass en la Vuelta a Suiza. Cada vez que presenciamos desastres similares todo el mundillo de las dos ruedas se revuelve y busca la causa de la desgracia así como posibles culpables. En un claro caso de acción-reacción, inmediatamente se buscan medidas que podían haber evitado la muerte o al menos impidan que un accidente similar vuelva a ocurrir en el futuro. En este caso concreto el foco se ha puesto sobre los organizadores de la carrera, por haber incorporado una etapa con final en descenso. Me gustaría analizar brevemente las circunstancias de este caso, baremar si realmente dicha acusación es adecuada y, en definitiva, reflexionar sobre la propia disciplina y sus peligros intrínsecos.
¿Es intrínsecamente peligroso el ciclismo de carretera?
El ciclismo profesional de carretera nos tiene acostumbrados, nos guste o no, a accidentes fatales que ocurren con cierta periodicidad: raro es el lustro en el que no se produzcan al menos dos muertes en la competición del más alto nivel. Evidentemente son cifras que desgarran a todo aficionado a este deporte puesto que estamos hablando de vidas jóvenes que se truncan durante el ejercicio de una pasión que se ha convertido en profesión. No obstante, y aunque en estos momentos la última tragedia vivenciada está todavía tan fresca, me gustaría hacer una reflexión muy fría: Estamos hablando de un deporte conformado por varios centenares de profesionales que:
1- compiten una media de 50-60 días al año cada uno
2- 3-6h cada uno de esos días
3- circulando en pelotón a 2cm del siguiente tubular
4- a velocidades que se acercan a los 100km/h por descensos escarpados, en ocasiones mojados
5- muchos días a temperaturas incompatibles con la actividad física saludable
6- Con un casco y ropa de licra como única protección frente a impactos traumáticos
Revisando dichos factores y volviendo a las cifras de siniestralidad y mortalidad podemos concluir que el número de accidentes graves, no se diga ya mortales, es extremadamente bajo para la peligrosidad de la propia disciplina. Evidentemente el altísimo grado de pericia que demuestran día a día los ciclistas profesionales explica casi por completo esa baja tasa de accidentes. Una vez contextualizada la propia disciplina y volviendo a lo que realmente nos interesa (que los accidentes graves y fatales se minimicen) paso al análisis y reflexión que nos ha motivado a llegar hasta aquí.
¿Era prevenible el accidente de Gino?
El fatídico accidente de la Vuelta a Suiza ha ocurrido en el descanso del Albula Pass. Se trata de un puerto que habré bajado media docena de veces en mi vida y puedo afirmar con rotundidad que es un descenso nada peligroso en comparación con otros muchos que vivimos año tras año en el ciclismo profesional: carretera ancha y en buen estado, curvas abiertas y con buena visibilidad, y además meteorología propicia y asfalto seco el día del infortunio. No sabemos exactamente cuál es el causante de que Gino perdiera el control de su bicicleta, pero realmente da igual. A las velocidades a las que circulaba (90km/h) un toque con otro corredor, una pequeña piedra en el asfalto o cualquier otro factor que te desequilibre te lleva a un impacto de magnitud inimaginable. ¿Por qué se estaba circulando a tanta velocidad? Porque se trataba del final de la etapa y porque corredores de este calibre tienen un gran control incluso a velocidades tan elevadas. Esto ha llevado a algunos ciclistas profesionales y muchos aficionados a quejarse de los finales en bajada.
Evidentemente si prohibimos los finales en bajada no se producirán más accidentes en un final en bajada. ¿Pero qué pasa con todas las demás bajadas que se hacen a lo largo del año? Muchas de las cuales son mucho más peligrosas que la del Albula Pass y, por circunstancias de carrera, se realizan también a gran velocidad (formación de la escapada, persecuciones, carrera rota lejos de meta, etc). Como pueden ver, muerto el perro no se acabó la rabia. El ciclismo es un deporte que requiere de habilidades diversas: subir, bajar, llanear, esprintar, etc. Los finales en bajada abren las carreras a un perfil de corredor distinto y permiten planteamientos estratégicos diferentes. Suprimirlos no va a evitar que sigan ocurriendo accidentes en descenso y sí va a anular una de las riquezas de este deporte.
¿Son prevenibles todos los accidentes mortales en el ciclismo?
La tragedia de Gino ha ocurrido bien porque el corredor tenía la situación controlada pero un factor externo se cruzó en su camino (otro corredor, obstáculo en la calzada, etc) o bien porque perdió el control en el descenso en una situación de carrera al límite. Cualquiera de las dos casuísticas es imprevisible y volverá a ocurrir en un futuro por mera estadística, tal y como ocurren los accidentes laborales en otras profesiones a pesar de que se intenten minimizar los riesgos. El ciclismo profesional está repleto de situaciones extremadamente arriesgadas, muchas veces causadas por el ímpetu de los directores de equipo y los propios corredores: véase el aumento en las caídas que acontecen en el final de las etapas, debido al nerviosismo que presenta un pelotón que pretende que 40 corredores estén siempre en las primeras posiciones. Para dicho caso se han propuesto alternativas tan curiosas como tomar los tiempos de la general a 5, 7 o 10km de la meta, hecho que tan solo adelantaría el nerviosismo y las caídas a esos mismos kilómetros. Para las caídas en descenso como la de Gino se ha propuesto instalar vallas protectoras a modo de esquí alpino, creo que sin caer en la particularidad de que el esquí alpino se realiza en unas instalaciones de ubicación fija. No tengo dudas de que un Tour de Francia tiene los medios económicos y el staff necesario para realizar semejante labor, pero dudo mucho de que podamos gozar de dicha protección en una carrera como los 4 días de Dunquerque…
En el ciclismo profesional hemos presenciado numerosos accidentes fatales en coyunturas distintas: Kivilev, Sanroma o Casartelli seguramente hubieran salvado su vida de llevar casco, que se introdujo de manera obligatoria a posteriori para evitar estos desenlaces. Por contra, Lambrecht o Weylandt fallecieron en circunstancias difícilmente prevenibles. En una tercera categoría tenemos casos como el sprint del Tour de Polonia en el que casi pierde la vida Jakobsen, una auténtica aberración culpa del organizador. Evidentemente hay que evitar sprints en bajada con vallado impropio como el de Polonia o bajadas suicidas como la del monte Crostis en el Giro. Pero qué hacemos para conseguir el riesgo cero, ¿terminamos la San Remo en la cima del Poggio? ¿evitamos los sprints masivos? ¿y las cronos por equipos? Podemos hacer que todas las carreras sean un llaneo continuo que acabe en una rampa de garaje o, mejor aún, compitamos todos en Zwift para evitar salir a la calle. Sí, la calle, porque recordemos lo que pasó con Scarponi y Rebellin en un deporte en el que el profesional circula 25 horas semanales entre coches…
Es paradójico, pero muchos de los que ahora se muestran tan vocales en contra de las bajadas son los mismos que babeaban viendo a Mohoric derrapando en el Poggio o a Pidcock adelantando corredores en el Galibier en modo fórmula 1. Reflexionemos un poco…
Sebastian Sitko
Profesor Facultad de las Ciencias del Deporte de la Universidad de Zaragoza, Doctor en Ciencias del Deporte, Máster en alto rendimiento por el Comité Olímpico Francés, Entrenador Nacional de Ciclismo, Triatlón y Atletismo y entrenador oficial del Colegio Americano de Medicina del Deporte.