Durabilidad y repetibilidad: ¿Cómo aguantas la fatiga?

En el deporte de resistencia en general, y el ciclismo en particular, el determinante final del resultado competitivo no es tu capacidad de esprintar, arrancar, llevar ritmos altos sostenidos o tu máximo estado estable metabólico. Todos esos factores de rendimiento deben poder demostrarse cuando realmente se deciden las carreras: generalmente en las fases finales de las mismas. Es aquí donde entran en juego dos conceptos fundamentales: Por un lado la durabilidad, es decir, la capacidad de desarrollar potencias altas tras fatiga; Por el otro, la repetibilidad, o lo que es lo mismo, aguantar esfuerzos de alta intensidad consecutivos. Aunque ambos conceptos puedan interpretarse como dos acepciones del mismo término, se trata de factores de rendimiento distintos ligados altamente a la economía del esfuerzo y la resistencia a la fatiga. En las próximas líneas intentaré explicar los pormenores de cada uno de ellos así como las consideraciones que debemos tener en cuenta a la hora de trabajar con ellos.

Durabilidad

Este concepto, que ha recibido un aumento exponencial de la atención recibida en los últimos años (debido a la posibilidad de inferir los kilojulios a partir de los datos de potencia) es uno de los factores de rendimiento primordiales en casi todas las disciplinas del ciclismo. Por desgracia, y como suele ocurrir con otros aspectos del entrenamiento, conlleva un par de limitaciones en cuanto a la definición concreta del término así como su homologación inter-sujeto. Al respecto de dicha definición, los distintos autores no se ponen de acuerdo en los valores que debemos considerar para empezar a hablar de “durabilidad”: Hay estudios en los que se habla de 2000 kJ, otros en los que se habla de 35 kJ*kg, y así un largo etc. Hay evidencia científica sólida para mostrar que los esfuerzos tras determinados kilojulios gastados ayudan a discernir entre ciclistas World Tour y Pro Continental, sobre todo en grandes vueltas. También sirven para separar a ciclistas profesionales de sub-23, sobre todo tras periodos de tiempo prolongados. El reto para el futuro consistirá en determinar claramente qué factor de durabilidad es el clave para cada una de las categorías de rendimiento.

La segunda problemática que ocurre con el concepto de durabilidad, tal como he mencionado previamente, es la dificultad para hacer comparativas entre sujetos. Hay autores que establecen valores fijos de kilojulios, dígase 2000, 3000, 3500, etc. Esto puede servir para una coyuntura muy determinada: corredores de tamaño y peso similar así como recorrido mayoritariamente plano. En el momento en el que comenzamos a comparar a sujetos de tamaños distintos en terreno montañoso esta métrica comienza a introducir mucho sesgo, sobre todo de cara al corredor pequeño y ligero.

Hay otros autores que han propuesto normalizar los kilojulios al peso corporal, hecho que sí hará más justicia a los corredores más menudos. De nuevo, sobre esto no hay mucho consenso ya que hay entrenadores y científicos que defienden que debemos hablar del consumo de energía siempre en términos absolutos para valorar la fatiga. Se han propuesto diferentes puntos de corte (35 kJ*kg, 60 kJ*kg, etc) sin que, de nuevo, nos aclaremos qué umbral es de interés para cada grupo de rendimiento.

Por otro lado, en los últimos años hemos presenciado el nacimiento de la “compound score”, o escala compuesta, que deriva de multiplicar la potencia absoluta por la potencia relativa al peso. Este nuevo tipo de escala se ha utilizado con éxito para predecir el rendimiento en carrera de ciclistas sub-23, entre otros. Este nuevo marcador es muy prometedor aunque todavía estamos en pañales en cuanto a evidencia científica como para atrevernos a abrazarlo y asimilarlo sin ningún tipo de reticencia.

Finalmente, existe una tercera metodología para evaluar la durabilidad. Ésta es algo menos utilizada pero ciertamente interesante y consiste en usar un valor que incluya la referencia del máximo estado estable metabólico, como puede ser el clásico TSS. Tal como he dicho previamente, estamos todavía en pañales en este aspecto y a día de hoy utilizar cualquiera de los tres métodos aquí mencionados para evaluar la durabilidad va a suponer una mejora metodológica notoria frente a obviar este importantísimo factor de rendimiento.

Repetibilidad

La capacidad para aguantar esfuerzos de alta intensidad repetidos resulta, al menos teóricamente, crucial para el rendimiento del ciclista. Bien es cierto que existen disciplinas en las que esta característica puede tener un interés todavía mayor (criteriums, ciclocross, XCO, etc). Al igual que ocurría con la durabilidad, tenemos serias dificultades para definir concretamente este concepto: hay autores que han propuesto el 95% del pico de potencia para una determinada duración como punto de corte para evaluar la repetibilidad de los distintos esfuerzos, aunque de nuevo estamos en pañales en este aspecto. La poca ciencia que tenemos hecha al respecto, como el magnífico estudio de Xabier Muriel y colaboradores, no muestra diferencias claras entre grupos de rendimiento a la hora de realizar esfuerzos de alta intensidad a lo largo de una carrera de varios días de duración. Tal como reitero a lo largo de todo el artículo, estamos todavía en fases preliminares de todo lo que se va a (o al menos debería) investigar en esta materia por lo que no podemos llegar a conclusiones anticipadas.

¿Cómo se ha originado la fatiga?

El principal problema asociado al uso de los kJ, kJ*Kg o TSS para determinar los umbrales de fatiga consiste en que dichas métricas no disciernen una cuestión fundamental: ¿Cómo se ha producido esa fatiga? Podemos obtener 200 TSS o 3000 kJ en base a sprints, arrancadas, subidas a puertos en Z4 o simplemente rodaje en Z2. La subsiguiente afectación de la curva de potencia va a ser radicalmente distinta en función de este factor, a pesar de que la métrica refleje siempre el mismo valor. La ciencia del futuro próximo tendrá que proponer una estrategia viable para reducir este sesgo si pretendemos evaluar correctamente tanto la durabilidad como la repetibilidad de los esfuerzos.

Aplicando la lógica

Independientemente de lo que dicte nuestra espera para la llegada de una mejor evidencia científica, desde el punto de vista lógico no puede hacer daño 1) Investigar los requerimientos propios de nuestro evento deportivo y 2) Prepararnos para poder ejecutar el tipo de esfuerzo que éste requiere para un buen resultado. Hablando claro, si nuestra carrera objetivo termina en una subida de 20 minutos tras 4 horas sobre la bici, no puede ser mala idea trabajar nuestra capacidad de reproducir ese esfuerzo de 20 minutos tras la fatiga estipulada. A modo orientativo y muy simplificado, a día de hoy el rendimiento tras 3000kJ podría considerarse un marcador interesante para eventos largos (carreras profesionales, cicloturistas gran fondo), los 2000kJ demarcarían muy bien la categoría sub-23 y los eventos medio fondo y los rendimientos tras 1000 y 1500 kJ podrían ser útiles en competiciones que podrían categorizarse como cortas. Al margen de determinar los kilojulios, es muy interesante analizar en detalle el evento para ver de qué manera exacta se ha generado el trabajo e intentar replicarlo en nuestros entrenamientos.

A modo de resumen, sabemos con bastante certeza que la capacidad para rendir tras fatiga es fundamental para tener una vida deportiva exitosa en el ciclismo. A partir de ahí, existen diversos problemas con la nomenclatura y definiciones de los variados términos conceptuales. Independientemente de estas limitaciones una estrategia muy inteligente consistirá siempre en evaluar los distintos eventos y prepararnos convenientemente para los esfuerzos tras fatiga que dichas pruebas habitualmente requieren.

Sebastian Sitko

Profesor Facultad de las Ciencias del Deporte de la Universidad de Zaragoza, Doctor en Ciencias del Deporte, Máster en alto rendimiento por el Comité Olímpico Francés, Entrenador Nacional de Ciclismo, Triatlón y Atletismo y entrenador oficial del Colegio Americano de Medicina del Deporte.