Cualquiera que se haya dedicado durante años a un determinado campo de especialización podrá reconocer que la experiencia permite identificar prácticamente todos aquellos elementos que se alejan de la normalidad. Un entrenador de ciclismo que lleve años trabajando con deportistas habrá visto decenas de lesiones musculoesqueléticas: tendinitis rotulianas, fracturas de clavícula, abrasiones, contracturas del piramidal y un largo etc. También habrá podido ver más de un par de trastornos alimenticios y un puñado de afecciones psicológicas como trastornos de ansiedad y depresión relacionadas con el deporte. El ser humano no deja de ser una máquina, máquina que al fin y al cabo da sus problemas, que suelen ser similares entre sujetos. Existen trastornos que, por su poca frecuencia de aparición, pasarán de largo incluso para un entrenador experimentado. En estos casos, el entrenador normalmente conocerá el trastorno de conversaciones previas con sus compañeros de profesión. En definitiva, lo que deseo subrayar en este párrafo es que por muy raro que sea un fenómeno, normalmente será conocido por al menos unos pocos especialistas del campo. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el síndrome del sobreentrenamiento? El síndrome del sobreentrenamiento es un fenómeno del que se habla muchísimo (y al que se teme con notoriedad) pero que no he observado nunca en mi carrera profesional, ni tampoco he oído hablar de casos del mismo por parte de mis colegas de profesión. ¿Curioso, no?
En la literatura científica se define el síndrome del sobreentrenamiento como un estado de fatiga extremo que cursa con una limitación del rendimiento y otros síntomas asociados como pérdida de sueño, alteración del estado de ánimo o cambios bioquímicos que tardan en restaurarse semanas e incluso meses. Este síndrome aparecería tras una excesiva aplicación de cargas sin permitir las consecuentes recuperaciones. En un primer momento, se alcanzaría un primer estado de fatiga extralimitado (overreaching) que puede ser completamente funcional en el caso de deportistas entrenados (nos excedemos con la carga para causar una supercompensación) y que se recupera en menos de un par de semanas. No obstante, si decidimos seguir aplicando cargas sin dejar la pertinente recuperación acabaremos, al menos en teoría, causando el síndrome del sobreentrenamiento (overtraining syndrome).
En mi carrera como entrenador de ciclistas de todo tipo de niveles he presenciado actitudes relativas al entrenamiento totalmente ilógicas, autodestructivas y en definitiva carentes de todo respeto por los tiempos de recuperación. Aún así nunca he observado un caso en el que el deportista se haya causado un estado similar al del síndrome del sobreentrenamiento y que haya necesitado de más de 2-3 semanas de descanso para la completa recuperación. De hecho, ningún colega de profesión me ha mencionado un caso similar. ¿Es posible, entonces, que estemos hablando simplemente de un constructo creado en el campo del entrenamiento?
En primer lugar, probar que dicho estado existe es altamente complicado desde el punto de vista científico: ningún comité ético autorizará un estudio en el que se busque propiciar semejante daño en el organismo del participante mediante la aplicación desmesurada de cargas de trabajo. En ese caso, al no poder recurrir a intervenciones que causen el síndrome, debemos remitirnos a estudios observacionales. Aquí, nos encontramos con el segundo gran problema: no tenemos criterios diagnósticos fijados para el síndrome del sobreentrenamiento: la pérdida de rendimiento puede ocurrir sin cambios a nivel bioquímico o viceversa, podemos tener estado anímico y rendimiento normales pero insomnio que acontece repentinamente, y así un largo etcétera. Además, el primer criterio diagnóstico utilizado para el síndrome del sobreentrenamiento (la afectación del rendimiento) es cuestionable: ¿Una población de deportistas que no mejora su rendimiento a lo largo de un año competitivo está automáticamente sobreentrenada? ¿No cabría la posibilidad de precisamente lo contrario? Quizás no mejoran porque no hay suficiente volumen e intensidad en sus sesiones.
En muchos estudios no solo no se ha controlado bien la carga de entrenamiento del deportista y su impacto en la pérdida del rendimiento, sino que tampoco se ha determinado la ingesta (sobre todo de carbohidratos). Este factor tiene una importancia crucial no solo en la percepción de fatiga y el rendimiento sobre la bici, sino que también participa en los hallazgos bioquímicos comúnmente reportados en estudios que nos hablan de sobreentrenamiento: ¿Puede que las alteraciones en los niveles de lactacidemia reportados se deban a una insuficiente ingesta de carbohidratos durante los periodos de carga alta? Se trata de preguntas, a día de hoy, sin responder.
La siguiente cuestión no es menos polémica: ¿Cómo medimos la caída del rendimiento? Los artículos publicados hasta la fecha han utilizado diversos tests (intervalos al agotamiento, protocolos en rampa o contrarrelojes) con, lógicamente, resultados variables. Si no tenemos marcadores de lo que queremos diagnosticar, si también sabemos que una pérdida de rendimiento no nos garantiza que exista sobreentrenamiento y si, finalmente, midiendo con tests distintos vamos a obtener resultados divergentes, nuestros problemas no hacen sino crecer.
Los párrafos anteriores, tal como se puede observar, aportan más preguntas que respuestas. A pesar de que disponemos de pruebas objetivas para determinar que el estado sobrelimitado (overreaching) existe, también sabemos que se trata de un estado completamente funcional cuando se induce de manera premeditada. Al respecto del famoso síndrome del sobreentrenamiento y sus consecuencias a medio y largo plazo, la literatura de calidad es directamente inexistente. ¿Existe, por tanto, una razón lógica para temer dicho síndrome?
¿Cuál es mi opinión sobre el síndrome del sobreentrenamiento?
En mi experiencia he visto, en innumerables ocasiones, como la aplicación de cargas constantes sin sus respectivas recuperaciones va a originar una reducción temporal del rendimiento que, en algunos casos, cursará también con alteraciones a nivel de estado de ánimo, sueño y parámetros bioquímicos. Incluso en los casos de deportistas que no tenían mucha idea de lo que estaban haciendo y acabaron llegando a dicho estado, unas pocas semanas de reducción de carga y su consecuente aumento produjeron la recuperación completa en todos los casos con los que me ha tocado lidiar. La cuestión del síndrome del sobreentrenamiento está, para mí, rodeada de una gran dosis de escepticismo: ¿Debo creer en la existencia de algo que nunca he visto directa e indirectamente? ¿En algo que la ciencia no sabe ni demostrar ni delimitar? A estas alturas estamos hablando de una cuestión de fe más que de raciocinio.
Como se viene demostrando en los últimos lustros, la fatiga en los deportes de resistencia es multifactorial y todavía difícilmente medible y explicable. El cuerpo humano tiene mecanismos muy eficaces de autoprotección frente a conductas agresivas que se repiten de manera reiterada. Estos mecanismos nos advierten, de manera certera, de dónde están nuestros límites. Superarlos de tal manera que nos causemos un daño irreparable durante meses es, con la evidencia en la mano, una posibilidad muy remota. Sí, creo que a día de hoy que el síndrome del sobreentrenamiento es un simple constructo que no se ha podido consolidar científicamente a pesar de sus más de tres décadas rondando las conversaciones de los entrenadores y científicos. Creo también, y reitero que es una opinión personal basada en la experiencia, que el deportista tiene poco que temer al respecto de causarse un daño irreversible durante meses por haber entrenado “demasiado”.
Sebastian Sitko
Profesor Facultad de las Ciencias del Deporte de la Universidad de Zaragoza, Doctor en Ciencias del Deporte, Máster en alto rendimiento por el Comité Olímpico Francés, Entrenador Nacional de Ciclismo, Triatlón y Atletismo y entrenador oficial del Colegio Americano de Medicina del Deporte.